DIMENSIÓN SOCIAL DEL SER HUMANO
El desarrollo integral es multidimensional. Para ello
trabajamos por un desarrollo natural en todas sus dimensiones: cognitivo,
emocional, espiritual, física, social, sexual y personal.
Dimensión Cognitiva: Esta dimensión se refiere al conocer
del ser humano. El conocimiento es construido por la configuración de
estructuras y procesos mentales. Potencializar todas las habilidades y
destrezas, compartiéndolas y enriqueciéndolas con las demás. Poner al servicio
de la sociedad y la humanidad los conocimientos y la capacidad de inventar o
descubrir, con un fin de respeto y de capacidad de trascender. Nos referimos al
desarrollo intelectual, reconociendo que cada niño y niña, persona adulta,
presentamos diferentes formas que nos facilitan el aprender:
Dimensión Emocional: Esta dimensión abarca el mundo de
sentimientos y emociones que nos guían, que determinan cada una de las acciones
en que vivimos. El desarrollo sano de esta dimensión contempla el reconocerlos
y aprender a dar las respuestas más adecuadas a cada uno de ellos, siendo
respetuosas de nuestros sentimientos y de los sentimientos de los demás.
Dimensión Espiritual: La dimensión espiritual se refiere a
aquellos aspectos de la vida humana relacionados con experiencias que
trascienden los fenómenos sensoriales. Un sabio proverbio chino dice que “nada
sienta mejor al cuerpo que el crecimiento del espíritu”.
El camino de la espiritualidad es un descubrimiento del propio yo. Un
deseo de encontrarle sentido a la vida y vivirla en profundidad en cada momento
del día y con cada momento de los seres con los que interactuamos.
El
desarrollo de esta dimensión alcanza el camino para descubrir nuestra misión en
la vida y llevarla a cabo, desarrollando la percepción y la sensibilidad ante
el sentimiento de ser parte del Todo y profundizar en esa relación y en nuestro
propio Ser. No sólo somos un cuerpo físico que se mueve, sino que somos mucho
más, somos seres de luz que podemos empoderarnos de nuestras propias vidas y
tomar las riendas de ellas para ser felices.
Dimensión Social: La dimensión social se organiza entorno a
la interacción con otras personas. Supone la expresión de la sociabilidad
humana característica, ésto es, el impulso genético que la lleva a constituir
sociedades, generar e interiorizar cultura, y el hecho de estar preparada
biológicamente para vivir con otras personas, lo que implica prestar atención a
otro humano necesariamente presente, y la sociabilidad, o capacidad y necesidad
de interacción afectiva con semejantes, expresada en la participación en
grupos, y la vivencia de experiencias sociales.
Dimensión Personal: Es la dimensión donde se reúnen los
frutos del desarrollo de las demás dimensiones formando pilares de su
personalidad, llegando a la plenitud de reconocerse como única y valiosa. Solo
una misma puede dar vida y forma a todas las anteriores dimensiones. Es el
camino para reconocer ese potencial y reconocerlo en todos y todas.
Dimensión Sexual: Somos parte de la unión de un hombre y una
mujer e influye directamente en nuestra formación. Desde que nacemos, tenemos
la capacidad de disfrutar nuestro cuerpo y el contacto con el resto de las
personas y objetos que todavía consideramos parte de nosotras mismas.
Dimensión Física: Se refiere a los procesos de formación y
desarrollo físico y motriz, la habilidad motriz, la experiencia corporal y la
experiencia lúdica. Un desarrollo encaminado a cuidar cada parte que le brinda
salud al organismo con ejercicio y alimentación saludable que no incluye el
consumo animal, atendiendo nuestro cuerpo cuando está enfermo de una manera
alternativa y respetuosa, dándole su tiempo y espacio. Recordando la frase
“Cuido mi cuerpo y el cuerpo de las demás”.
EL ELLO, EL YO Y EL OTRO YO
Ahora el yo, destacado, emerge transformado. El yo puede
ahora encarar, dar la cara y tomar posesión de todo Ello, formando la tercera
palabra primordial.
El Yo, distinto del
Tú y del Ello, colocado ante las cosas, es un observador.
Pero frecuentemente
se vuelve miope: toma la lupa y las observa de cerca; minuciosamente, las
cataloga, sin ningún sentimiento de exclusividad, perdiendo el sentido del Tú.
Ahora el Yo ve las cosas como suma de cualidades; dispone de las cosas en el
tiempo y espacio, en conexión causal, con medida y peso. Ahora el Yo hace del
Ello su “verdad”: lo puede observar, “se deja captar, pero no se te entrega”.
El Ello ordenado se
convierte en cosmos (“hermoso”), en mundo (“limpio”); pero apenas si merece
confianza porque continuamente fluye y adquiere otro aspecto: se desvanece
cuando, mediante un concepto, lo retienes, pierde su realidad. El Ello, “por el
favor de sus apariciones y por la solemne melancolía de sus partidas te
reconduce hasta el Tú... Nada hace para conservarte en vida; sólo te ayuda a
atisbar la eternidad
Mas esta búsqueda de sí mismo como sujeto e identidad, que
es un proceso de espiritualidad, requiere:
a) que el sujeto, para acceder a la verdad, se transforme a
sí mismo en algo distinto;
b) esta transformación es una ascesis (áskesis: ejercicio de
dominio de sí);
c) sólo entonces la verdad ilumina al sujeto: “La verdad es
lo que ilumina al sujeto”.
El hallazgo de la
verdad y de la identidad propia no es, pues en la antigüedad, un mero conocimiento,
sino algo que perfecciona el ser mismo del sujeto y lo transfigura. Ahora bien,
resumiendo los datos de la historia, podríamos afirmar que la búsqueda de sí
mismo tiene, en la antigüedad, tres etapas:
A) La primera etapa
es la socrático-platónica donde se formaliza una idea antigua: el hombre debe
despreocuparse del trabajo manual y dominar su pasiones, si quiere llegar a conocer con verdad, especialmente la verdad acerca de quien es, lo cual le da un inicio de dominio sobre sí mismo y sobre los demás (preparación para el poder político). Ama plenamente quien cuida de sí y de los otros desinteresadamente, como el maestro cuida de su discí- pulo. Pero el buscar saber y cuidar de sí no es algo egocéntrico, sin relación con los demás o en relación exclusiva con uno mismo: se trata de una relación dietética (cuidado del cuerpo); de economía (cuidado de la casa y de la actividad social); de erótica (cuidado en el amor); de gobierno de sí (cuidado para poder gobernarse y gobernar en la ciudad). “En Platón era necesario ocuparse de sí mismo para ocuparse de los otros, y si uno salvaba a los otros se salvaba a sí mismo. La salvación de los otros era como una recompensa suplementaria a la actividad que se ejercía obstinadamente sobre uno mismo”.
B) La segunda etapa es la edad de oro -según Foucault- de la
búsqueda existencial y del cuidado de sí mismo: el Estoicismo (siglo I y II).
La práctica del endurecimiento ante el dolor, de la ubicación de sí mismo ante
el cosmos y los demás, darán una dimensión social a la búsqueda de sí mismo.
“La práctica de uno mismo entra en íntima interacción con la práctica social o,
si se prefiere, con la constitución de una relación de uno para consigo mismo
que se ramifica de forma muy clara con las relaciones de uno mismo con el otro
(Cfr. Séneca)”. Mas luego esta preocupación por sí mismo, por uno mismo “se
convierte en un fin que se basta a sí mismo”, sin que la preocupación por los
otros se convierta en el fin último ni tampoco en el baremo que permita valorar
la preocupación por uno mismo. El sí mismo se convierte en el objetivo
definitivo y único de la preocupación por sí mismo: comienza entonces la era de
la decadencia moral y social, de la absolutización de sí mismo.
C) En la tercera etapa de la búsqueda de sí mismo, en la
antigüedad, hallamos el paso de la ascesis filosófica pagana (ensimismamiento,
ubicación social austera y dominio de sí) al ascetismo cristiano (marcado por
el alejamiento del “mundo”, de los demás, con prescindencia social; esto es,
por la anacoresis cristiana -anajorein: práctica del retiro de los lugares
públicos-. Siglos IV y V). El sí mismo cuenta entonces sólo ante Dios,
entendido como renuncia a sí mismo y un retorno a Dios, donde el alma se
encuentra verdaderamente a sí misma. La búsqueda de la verdad de sí mismo se
convierte en la búsqueda de la transformación del sujeto. La verdad queda
absorbida por la espiritualidad y el deseo de salvación.